viernes, 10 de diciembre de 2010

La Argentina de Macri. La Argentina de Cristina




Hoy como nunca quedan definitivamente planteadas las postales de dos Repúblicas Argentinas bien diferenciadas. La Argentina de Mauricio Macri, Rodríguez Larreta y miles de hombres y mujeres que sueñan con un país libre de pobres e indigentes a la vista y por otro lado la Argentina de Cristina Fernández, de Néstor Kirchner, la mía y de millones de ciudadanos que queremos una Nación de brazos abiertos a “todos los hombres de bien que quieran habitar el suelo argentino” como reza el preámbulo constituyente.
Porque con sus discursos Macri, que es Mauricio y Rodríguez Larreta que es Horacio demuestran que su Grasa de las Capitales no se banca más. Que arrugan la nariz ante lo que ellos llaman inmigrantes, pero que en realidad cuando lo mencionan no hacen referencia a la totalidad de ellos, sino solamente a los sudamericanos.
Y así será como algunos defensores de la centro(?)derecha nacional dirán que no es xenofobia porque tanto Mauricio como ellos son hijos o nietos de inmigrantes. No mienten, pero lo que no aclaran es que cuando Macri o Larreta dicen “inmigrantes” no se refieren a los que vienen de la vieja Europa: rubios, de ojos claros y con gran pujanza, sino que hablan de los sudamericanos: bolivianos, peruanos, chilenos, paraguayos, uruguayos, morochos, de ojos oscuros y con pensamientos primitivos.
Pero ni Macri ni la gente de su entorno son los creadores de esa corriente de pensamiento (alguien puede creer que el hijo de Franco pueda crear una línea que no sea la de subte?) es un pensamiento común de miles de argentinos que se enorgullecen de ser hijos de gringos. Para ellos los inmigrantes europeos vinieron a hacer grande a Argentina (y en parte es cierto), mientras que los “invasores” de la Sudamérica morena vinieron a afear sus centros urbanos, sus postales cotidianas. Es el mismo concepto que impera en la Europa latina: España, Italia, Francia con sus desprecios hacia sudamericanos, gitanos y musulmanes, aunque hoy estén con la cola entre las piernas por la crisis que les toca.
Es por eso que cuando el gobierno de Macri sostiene que "la Ciudad de Buenos Aires no puede resolver el problema de vivienda de los porteños y además de gente del exterior" se alinea a los conceptos políticos de Menem, De la Rúa, Carrió, López Murphy y tantos otros.
Por otra parte, al mismo tiempo la Presidenta Cristina Fernández demuestra que hay otra idea de país. La que mantiene el concepto de país de fronteras abiertas a todos sin importar de qué país vienen.
Se imaginan qué hubiera pasado si durante el final del siglo XIX y primera mitad del XX se hubieran cerrado las fronteras a los italianos, españoles, turcos, que llegaron con sus penas, con su hambre y con su esperanza a buscar su lugar en el mundo?
Marcando bien las diferencias, Cristina Fernández sostuvo hoy que no está "como Presidenta a que Argentina se integre al Club de países xenófobos del Planeta". Para que quede claro, eso es estar deliberadamente en la vereda de enfrente del glamour PRO que jamás tendría en su platea al nieto de Martin Luther King, como hoy en el auditorio de la Casa Rosada.
Imágenes y concepciones ideológicas de dos Argentina irreconciliables. Para quienes reclaman que se sienten a buscar soluciones les pregunto: mezclarían en su ensalada lechuga con aceite de auto?
No puede haber una solución intermedia, porque la Argentina de Cristina Kirchner no admite negociar la igualdad de trato entre personas, mientras que para Macri una cosa son los porteños y otra los inmigrantes. Dos países, dos concepciones de la vida.
Finalmente, otra diferencia insalvable es una presidenta que por primera vez dice que cree en Dios y actúa en consecuencia, mientras que un jefe de gobierno de ciudad desdeña el mandamiento de “amar a tu prójimo como a tí mismo” y a la concepción de que “todos somos iguales ante los ojos de Dios”.
A tomar nota, Mauricio Macri se autodenomina “presidenciable”, ya sabemos a que atenernos en ese caso. Que el pueblo decida.

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