sábado, 21 de enero de 2012

PEDRO EL VIOLENTO

“A mí los derechos humanos me importan una mierda, yo lo que quiero es que la ciudad esté tranquila” espetó sin filtro Pedro Jorge González, intendente de Villa Gobernador Gálvez. No lo dijo en una reunión mínima, lo manifestó en una de las radios más escuchadas de Rosario, enseguida sus palabras fueron levantadas por los principales medios de la región y luego del país.

Pero no se quedó ahí. Cuando lo consultaron sobre los casos de inseguridad en su ciudad, el verborrágico caudillo sentenció: “Al que estuvo dos o tres veces preso y sigue en lo mismo hay qie hacerlo mierda” y luego siguió con la reafirmación de la barbarie hablando sobre su teoría de arreglar a la sociedad “a palos”.

Después las repercusiones, los sorprendidos y los que no. Los que conocemos la esencia de González, sabemos que esto no es nuevo, ni le es ajeno a su formación ideológica. No en vano acompañó alegremente al menemato de los 90, donde la idea de la “pena de muerte” era impulsada por Carlos Menem, Carlos Ruckauf y testimoniada por Luís Abelardo Patti (el ex policía acusado de delitos de lesa humanidad en la última dictadura militar).

Por aquellos tiempos, Pedro alababa a Menem y sus políticas. Entre esas políticas menemistas estaban los indultos a los militares genocidas. Una verdadera forma de representar que “los Derechos Humanos le importan una mierda”.

Es que Pedro González encarna y representa a ese sector ideológico que sostiene que “los Derechos Humanos defienden solo a los delincuentes”, ninguneando a esos organismos de Derechos Humanos integrados por gente que con su fuerza limita al estado en sus abusos, esos en los que navega tan cómodamente el “Gordo Bueno” de González.

Veinticuatro horas más tarde, el mismo González emite un comunicado en el que pide disculpas por el exabrupto. En dicha nota, repartida en diferentes medios, la redacción y la terminología le es tan ajena que termina desvirtuando la credibilidad del arrepentimiento.

Se puede creer en un arrepentimiento por algo dicho con la boca, pero que se disculpa por escrito, como aceptando un dictado?

Bien le cabe a Pedro González, que muchas veces dice ser tan bueno que Dios lo espera con los brazos abiertos, que en la Biblia hay una máxima que afirma que: “de lo que abunda en tu corazón habla tu boca”.

Y la boca del intendente demuestra que en su corazón habita una violencia que se condice con sus políticas y su contenido ideológico. La violencia que ejerció en los 90 acompañando las políticas que devastaron al país de la mano de Carlos Menem, de quien se manifestaba amigo personal. La violencia política de Carlos Reutemann cuando en diciembre de 2001 la policía santafesina mató a decenas de santafesinos por reclamar justicia social, muertos que también hubieron en Villa Gobernador Gálvez que estaba bajo su poder.

La violencia con la que Pedro González siempre se expresó, aún ante periodistas a quienes tildaba en aire de radio de pelotudos o putos, bien al estilo Luis Barrionuevo, otro violento noventista.

La violencia con la que se manejan sus seguidores más cercanos, una versión moderna de la alcahuetería siempre inútil. La de sus matones de redes sociales, que insultan, agraden y amenazan escondidos cobardemente detrás de sus computadoras, con nombres apócrifos. Violencia como la de alguno de sus concejales, que amenaza a quien se expresa libremente de ir a “cagar a trompadas a la casa” también parapetado sobre el teclado y el muro de facebook.

Pedro emerge desde su propia violencia y se desdice para no desagradar a quienes lo incluyeron erróneamente en la lista de dirigentes K, mezclándolos casi como en un cambalache con militantes de los Derechos Humanos (sí esos en los que el se caga), hijos de desaparecidos y gente de verdaderas convicciones. Pedro dice ser un “gordo bueno”, pero cuando lo dice hace una mueca de fastidio por estar traicionándose a sí mismo, justo a él que navega tan cómodo en la violencia que es la génesis de su ser.