miércoles, 27 de octubre de 2010

Néstor Kirchner: La Huella Inmortal



Podría escribir desde muchas aristas para analizar, pero en esta primera instancia me cabe escribir desde la más simple y respetuosa. Kirchner se va de la vida con el palmarés de haber devuelto al diccionario cotidiano del país palabras como militancia, compromiso y discusión.


La noticia del fallecimiento de Néstor Kirchner en El Calafate abrió el telón de un escenario político complejo y que convendría analizar luego del sepelio del ex presidente, por respeto y sentido común. Pero desde ya, la figura de Kirchner merece un temprano reconocimiento en sus logros más elementales.
Porque al vaciamiento ideológico que se impuso en los 90, con discursos que celebraban “la muerte de las ideologías”, la ruptura de las discusiones políticas a cambio de una fiebre consumista en pleno tiempo del un peso igual a un dólar, la farandulización de la política (con un presidente jugando con los seleccionados de fútbol y básquet, o conduciendo el programa de Neudstad), al “que se vayan todos” del 2001 y la protesta monetarista por “el corralito de Cavallo”, Néstor Kirchner como presidente reinstaló un antídoto para la desidia política. La participación en movimientos e ideas colectivas del costado que sea, la intención de que nadie permanezca indiferente en cuanto debate se presentaba y una semilla de nueva militancia, sobre todo en los más jóvenes habilitó nuevamente un vocabulario que pretendieron borrar de la historia argentina.
Néstor Kirchner será discutido durante mucho tiempo, y no creo que eso sea algo que manche ni inquiete su memoria. Le puso tanto el cuerpo a sus pasiones de “animal político” que lo pagó con su salud. Pero sin dudas se puede decir que murió con las botas puestas, en la suya. No pudo o no quiso moderar su estilo de vida (nunca fue una seña particular propia la moderación) y esa apuesta lo dejó parado a los 60 años.
Pero hay algo paradójico en ello, porque mientras muchos lo apuntaban como un hombre con ansias de perpetuarse en el poder, él se entregó por completo aún a costa de dejar la vida en pos de sus ideas.
Es por eso que viendo las expresiones de todo el arco político, noto cómo se reconoce esta característica en el hombre que acaba de pasar a la inmortalidad sin aferrarse a ningún poder terrenal, sino por el contrario se aferró a la instalación de un estilo de país que muchos eligieron llamar “en estado de crispación” y yo prefiero denominar “en sano y pasional debate democrático”.
A él, mi recuerdo y a nuestra presidenta Cristina Fernández mis más sinceros respetos y deseos de que el tránsito del tiempo venidero sea tan firme en convicciones como el de su esposo y compañero.